El monumento

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Plaza de la Compañía, antes de Estiradós

Precisamente por esta iglesia y colegio, hace siglos que la plaza en la que estamos se viene llamando de la Compañía. Sin embargo, y anteriormente a la llegada de la Orden a Graus, se llamó de Estiradós. Esta zona fue urbanizada durante la época Moderna, fruto de la expansión extramuros de aquellos tiempos, orientada a espaldas de la iglesia de San Miguel.

La orden jesuita y su llegada a Graus

La Compañía de Jesús es una orden que respeta votos de pobreza, caridad y obediencia, principalmente al Papa romano. Dedicados a la enseñanza y la evangelización, adquirieron rápidamente poder intelectual y filosófico y, de ahí, económico y patrimonial, hasta grangearse el odio de otros sectores de la iglesia. En Aragón su expansión comienza a mediados del siglo XVI, con la fundación del colegio de Zaragoza, todavía en vida de San Ignacio de Loyola , cofundador de la orden. Él formó la provincia de Aragón, que tenía centros en las principales ciudades, y donde Graus era el colegio más al norte. La orden desapareció universalmente entre 1773 y 1814, y ya sólo reapareció en Graus, inmediatamente, y en Zaragoza y Huesca, algo más tarde.

El Obispo Esteban de Esmir

Este grausino llegó a ser rector de la Universidad de Lérida y obispo de Huesca. Como mecenas cultural se ocupó especialmente de su villa natal, completando a sus expensas la construcción de la Basílica de la Peña y fundando el Colegio de la Compañía en febrero de 1651, en el que invirtió en vida 60.800 escudos y para el que dejó al morir, en 1654, 30.800 más. La villa reconoció su esfuerzo, siendo sepultado en un mausoleo del presbiterio de la basílica de la Peña. Esmir conocía bien las carencias educativas de Graus y su comarca, tan extensa y con mas de 600 poblaciones, muchas muy numerosas y todas tan necesitadas de doctrina como destituidas de maestros para su enseñanza porque desde Graus a Francia no hay casa de religion que pueda instruir aquellos pueblos.

La construcción

La iglesia es una copia de la matriz, la del Gesú de Roma (Vignola, 1568). Se desconoce la autoría exacta de esta iglesia, aunque algunos autores apuntan que sería realizada por dos arquitectos que entonces residían en Graus y que trabajarían también en la catedral de Roda. No existen fechas claras acerca de la conclusión de ambas obras, aunque parece probable que el colegio fuera concluido con anterioridad a la iglesia. La fecha de consagración de ésta parece ser la de 1722, aún visible en una hornacina en el arco que sustentaba el viejo coro. Sí es seguro que, todavía en 1669, el cantero navarro Miguel de Miranda, que ya llevaba años trabajando en Graus, cortaba piedra de sus canteras de Cosialls para la conclusion de la fabrica del colegio que esta obrando y fabricando en la presente villa.

Características artísticas del edificio

La iglesia tiene planta de cruz latina, no muy apreciada por la profundidad de las capillas laterales, que la hacen una iglesia rectangular. Dispone de presbiterio, crucero y un cimborrio octogonal, sobre el que iba una linterna, hoy desaparecida. Sobre las capillas laterales se alzan dos pares de tribunas, mientras que a los pies se encontraba un coro y, tras el ábside, la sacristía. Hoy todo ese piso superior configura el circuito expositivo. Otra de las modificaciones que ha sufrido la iglesia para adaptarse a Espacio Pirineos ha sido la sustitución de la antigua doble escalinata lateral por la rampa de acceso. Se han mantenido sus yeserías barrocas en pilastras adosadas y el cimborrio, así como su púlpito original. Al exterior, y en la fachada, tres vanos de luz en altura y la entrada central, enmarcada por pilastrillas adosadas y dintel, y rematada con un frontón partido en cuyo hueco se encuentra el emblema de la Compañía.

Baltasar Gracián

Baltasar Gracián fue el mejor escritor aragonés del barroco y el de mayor reconocimiento internacional de la historia. Sus primeras visitas a Graus se produjeron acompañando a su amigo, el obispo Esteban de Esmir, en sus visitas pastorales por estas tierras, afectadas por la peste en noviembre de 1652. La tradición local nos dice que durante una de esas estancias escribió en Graus la segunda parte de su obra más conocida, El Criticón. Precisamente la tercera parte de esta obra, que firmaba con el pseudónimo de Lorenzo Gracián, le llevó nuevamente a Graus en 1658, reprendido por su propia Orden. Murió en Tarazona ese mismo año.
Una de las pocas piezas de patrimonio mueble salvadas del monumento es uno de los dos únicos retratos conservados de Gracián, lienzo de finales del siglo XVII o principios del XVIII. Restaurado, se encuentra expuesto en el interior de la iglesia.

“Universidad de Graus»

El Colegio de la Compañía de Graus fue una pieza fundamental para el desarrollo educativo y cultural de esta comarca. Se impartían estudios de latín, gramática, matemáticas. Era dirigido por el capítulo de hermanos, a cuya cabeza se encontraba el rector, quien frecuentemente tenía voz y voto en las decisiones municipales. De entre los alumnos más destacados, destaca el padre Ramón Arzo y Miguel (1659-1711), de Benasque, y que tras su paso por Graus y Zaragoza, evangelizó en Macao y fue nombrado visitador de Japón y procurador en Roma, siendo hombre de confianza del papa Clemente XI. En 1922 parte del antiguo colegio fue cedido a la parroquia de San Miguel por el ayuntamiento grausino para la instauración de las escuelas infantiles del Ave María, con la condición de que recibieran enseñanza gratuita niños y niñas pobres, en un porcentaje de hasta el 15% del total.

El lento final

Los jesuitas se vieron obligados a abandonar Graus en varias ocasiones. En 1773 fueron extinguidos universalmente, regresando en Graus en torno a 1815, para ser expulsados nuevamente en 1820. La Desamortización de 1835 afectó gravemente al monumento y su mantenimiento, además de que supuso la pérdida de gran parte de su patrimonio mueble. Entre 1868 y 1873 regresaron los jesuitas a Graus, hasta que hubieron de abandonar el pueblo por unos graves disturbios con algunos de los propios vecinos.
En manos del Ayuntamiento, el colegio siguió usándose durante años, mientras que la iglesia permanecería fuera de servicio hasta que una Real Orden de 1919 desglosó la iglesia del colegio, con lo que volvió a abrirse al culto. De los años 70 del siglo pasado son las peores noticias para el conjunto. La iglesia deja de usarse, y el colegio es desmembrado y trasladado piedra a piedra hasta Torreciudad, para construir el nuevo santuario. Lo mismo sucedería con el convento y la herrería del desaparecido Convento de los Dominicos, eliminado del paisaje de la calle Barranco.

Proyectos de museo y renacimiento

Al poco de cerrarse al culto, y a través de una fundación, comenzó a utilizarse el interior de la iglesia como almacén de innumerables objetos etnológicos para la creación allí de un Museo de este tipo. El proyecto acabó finalmente por materializarse en Casa Paco, en la calle Benasque.

 

La prensa de aceite de Castarlenas, que durante años ocupó la nave de la iglesia, se encuentra hoy, restaurada, en el centro de la plaza. A finales del siglo pasado comenzó a gestionarse el proyecto de restauración de la iglesia, con un presupuesto superior al millón de euros, y financiado por el Ministerio de Fomento. La rehabilitación de este emblemático edificio grausino se concluyó con un ambicioso proyecto museológico, de coste similar a la restauración, y que abrió sus puertas en diciembre del 2006 con el nombre de Espacio Pirineos. Centro de Cultura, Investigación y Ocio del Pirineo.

El 3 de marzo de 2012 y coincidiendo con la inauguración de la sexta temporada del Espacio Pirineos, toma el apellido de Centro de Creación y Cultura del Pirineo. Con él se pretende fomentar e incidir en los dos ejes fundamentales del centro: el trabajo creativo y el apoyo a la cultura, siempre sujetos a las premisas de referencia de toda su trayectoria: el territorio, el conocimiento y la contemporaneidad. Espacio Pirineos continúa ejerciendo de centro para la conservación, investigación y difusión del patrimonio histórico local y pirenaico, pero potenciará en esta nueva etapa su carácter como equipamiento cultural de proximidad, diseñando nuevos espacios y servicios que provoquen la participación ciudadana.