Ambos participaron el pasado sábado en el tercer Consejo de Sabios que impulsó el Área de Cultura del Ayuntamiento de Graus para profundizar en este elemento patrimonial, desconocido por los vecinos.
El nevero grausino se conocía como pozo de la Fontaneta, «porque se hallaba en la partida de ese nombre», precisó Begoña Subías, quien detalló los datos extraídos de las tres escrituras que obran en poder de su familia, actual propietaria. De acuerdo con esta documentación, «hasta 1871, el pozo de hielo de Graus pertenecía al Ayuntamiento, era un bien que arrendaba el Consistorio y explotaba un particular. Con la desamortización –prosiguió- pasó a manos del Estado y es cuando se vendió en pública subasta y la familia lo compró». El primer propietario fue un vecino de Benabarre, Pedro Radigales, que a su vez se lo vendió al año siguiente a su hermano Joaquín Radigales. Begoña Subías precisó que, una vez en manos privadas, se adquirieron los terrenos adyacentes al pozo para hacer balsas y obtener el hielo. La viuda de Pedro Radigales, Petra Conde lo vendió a Adolfo Borgoñó, abuelo de los dueños actuales del pozo. El pozo de la Fontaneta, concluyó Subías, «estuvo en uso hasta las primeras décadas del siglo XX». En este sentido, la historiadora grausina apuntó que «hay facturas de ventas a un hotel de Barbastro hasta los años veinte del pasado siglo».
Begoña Subías incidió, asimismo, en el buen estado de conservación del pozo, si bien las balsas se encuentran más deterioradas, y aseguró que «es una riqueza más del patrimonio de este pueblo».
También aludió a su valor patrimonial y a su óptima conservación el experto Pedro Ayuso. A su juicio, «mejorar el acceso, la protección en el habitáculo interior, la limpieza y la colocación de paneles informativos» serían actuaciones suficientes para la puesta en valor del pozo grausino.
Ayuso destacó la relevancia del pozo de Graus en la provincia, donde se cuenta con unos 130 elementos de este tipo referenciados, de los cuales se ha actuado en una treintena, entre ellos el de Benabarre, también en Ribagorza.
Los pozos de hielo comenzaron a utilizarse a finales del siglo XV, principalmente para la conservación de alimentos y con usos médicos. Ayuso relató el cuidadoso proceso de llenado de que eran objeto para garantizar la calidad del hielo. «En el fondo –dijo- se hacía una cámara de aire, de vacío, con unas tablas separadas entre sí unos diez centímetros por donde se colaba el agua, con lo que si se derretía el hielo no contaminaba el resto. Sobre esas tablas –continuó- se colocaba paja y una capa de unos 40 ó 50 centímetros de hielo prensado. Después, más paja y otra capa similar de hielo, lo que les permitía utilizar la cantidad exacta que necesitaban».
Aunque reconoció que «es de los que menos sabemos», comentó que el pozo grausino «es una nevera espectacular, no al uso, por su gran volumen y su base rectangular, ya que la mayoría son circulares, como el de Benabarre». Los más similares al grausino se encuentran en Barbastro, uno de los cuales sirve para acoger el centro de interpretación de este comercio, apuntó Ayuso quien, además de las actuaciones de puesta en valor citadas, abogó por realizar un estudio exhaustivo y de mediciones del pozo de Graus.
Fuente: Diario del AltoAragón. Elena Fortuño.